La angustia se siente como una barrera que se quiebra por momentos, dejando caer sobre uno, una marea amarga. Así nos vamos llenando, desde los pies hasta los lagrimales. Y cuando alcanza un nivel suficiente, simplemente lloramos.
Parece un proceso simple y sin mucha vuelta. Una cosita simple de la cual no hay que preocuparse. Pero sabemos, todos los que la padecimos, que llorar no es tan malo. Es más bien, un alivio tramposo. Y en algunos casos, es hasta una recompensa, poder soltar un par de lágrimas aisladas que, aunque se esfuercen, no van ni a humedecernos los labios. Y no es simplemente una metáfora, si pudiésemos saborear la amargura que lloramos, tendríamos alguna pista más para entender la situación.
A veces, cuando siento que estoy a punto de explotar, hago fuerza y empujo, aunque sepa que va a ser uno más de ya no se cuántos intentos fallidos. No sale nada.
La cuestión central, la que se sufre, es el desconcierto. No sabemos por qué nos angustiamos. Creemos firmemente (casi con desesperación), en una de toda la gama de posibilidades que tenemos ahí nomás, mirándonos desde el espejo. Pero en el fondo sabemos que eso es irrelevante. No importa, necesito agarrarme de eso. Pero no es eso. Te repito, no me importa, realmente necesito agarrarme de algo. La culpa la tenés vos. Sí, la culpa la tengo, lo que no tengo en claro es qué fue lo que hice. Ahora que lo pienso, debe ser jodido. Y no te das una idea de cuánto.
A veces creo que estoy develando el misterio. Me entusiasmo, me acelero, y puedo sentir parte de esa alegría enorme que me espera del otro lado. Eso es lo que más duele. Eso y nada más que eso. Porque uno sabe que es impoible, pero ya perdió la capacidad envidiable de creer en uno mismo. Entonces, me encantaría llorar pero no puedo, y más me gustaría saber por qué tengo esas ganas, pero tampoco puedo.
“No puedo” sería la frase de cabecera de toda persona angustiada. Ahora bien, mucho no parece decir. Pero no te das una idea de lo que esconde. El “no puedo”, se hace fácil de decir, porque en realidad, para quien lo dice, explica perfectamente su situación. No puedo llorar, no puedo saber qué me pasa, no puedo entenderme, no puedo buscar, no puedo escuchar, no puedo decir, no puedo dormir con vos, no puedo decirte la verdad, no puedo mentirte, no puedo saltar la pared esa hacia un estado más estable, porque no hay que saltarla, sino encontrar la puerta, y la puerta no aparece por ningún lado. O hay demasiadas que llevan siempre al mismo lugar. Como las de Alicia.
Lo que necesitamos es lo imposible. Necesitamos poder. Y creeme cuando te digo que no puedo.
No poder poder, además de ser completamente coherente, duele mucho.
Y los que no pueden llorar, explotan por otros lados. Algunos escriben, otros pintan, otros lloran, otros hacen mil dibujos cuando desean solamente poder hacer uno que quizá no contenga más de dos o tres líneas, o decir eso para lo que no hay palabras, o gritar. A algunos les ganó la desesperación, entonces se ponen violentos y empiezan a romper todo. Hay quienes desaparecen, o los que se mudan, o los que nunca más van a encontrar un lugar porque eso fue lo que perdieron. Algunos no pueden dormir, otros duermen y se despiertan agitados, otros sueñan todos los días lo mismo.
También hay algunos que piensan que perdieron el control de su vida, cuando en realidad se perdieron ellos, y nada más necesitan a otro que los abrace fuerte para poder encontrarse en el espacio circundado de un amor naciente. Hay otros que se sientan a esperar en silencio, o no pueden estar solos ni un momento.
Y también está el que te rompe la boca de un beso. El mismo que nunca te va a explicar nada. Y sabés por qué?
Porque no puede.
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1 comentario:
"Una cosita simple".
Muy lindo, como la angustia.
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