jueves, 19 de junio de 2008

Fragmentos II

Recorreme, pero recorreme sin saber a dónde ir. Tanteá las paredes a las que el tiempo no respeta, pero que no sea para guiarte. Cada grieta esconde una historia, y cada historia es un nuevo renacer de tormenta. Cambiá los pasos por giros. Internate o sofocame. No hacen falta las señales porque cada sendero es capaz de transitarse solo una vez, y al mirar atrás nunca se ve nada. Solamente lluvia que aterciopela los ojos hasta cerrarlos. Destruí con tus pisadas cada mundo soñado. Las letras están en el aire. Los signos te cubrieron el cuerpo. Los años se perdieron. La luna espera el momento mudo en el que el mundo arda y todos los silencios se incendien hasta trepar por las ramas. Que llegen alto. Que bailen. Que todo se cubra de cenizas. Que las brasas no sueñen. Y que nadie respire intentando despertar.

martes, 17 de junio de 2008

Poligamia de Almohadas I

Ella se da vuelta y cae de espaldas, rendida, sobre el borde derecho de la cama.
Él Tantea en la oscuridad hasta encontrar la mesa de luz, los puchos y el encendedor de plástico. Trata de dibujar su contorno en la penumbra. Se enrosca en las sábanas, enciende un cigarrillo y siente cómo se abren los pulmones con el humo en giros gastándole las membranas.

- La odio.

Ella mueve los labios sin mirarlo, ni siquiera intenta cambiar de posición.

- Siempre la terminás odiando.
- Es distinto, cada vez que me acuesto con vos, la odio un poquito más.
- Te estás enamorando.
- Si, y es horrible.
- Pocas veces te escuché decir tanto la palabra “odio”, y eso que sumamos tantas noches ya, que me parece una tarea imposible contarlas todas.
- Así todo, me sigue sorprendiendo que no te moleste que siga pensando en ella.
- Y a mi me asombra que te preocupes por eso.

Tira la ceniza en el suelo y se queda pensando. El humo es azul, vibrante e hipnótico. Las sombras decoran las paredes despintadas. Las estrellas se perdieron o se aburrieron de las historias repetidas con finales predecibles.

- Tampoco te molesta que siempre escriba para ella.
- Es una afirmación un tanto estúpida, nadie sabe a quién le escribe. Eso es lo hermoso del arte. Y una de las razones por las cuales estoy en tu cama, sin importar que la nombres, o que el piso esté sucio, o que el aire esté tan viciado.
- La odio.
- Lo decís como esperando que te explique el por qué.
- Como siempre. Por eso que dejo que estés en mi cama aunque piense en ella, o aunque todo sea un desastre, incluyendo mi persona.
- Te molesta y te atrapa tanto como todo lo que no podés explicar. Lo mismo te pasa conmigo. Pasame un pucho.

La lluvia golpea fuerte contra las ventanas, hace frío y afuera las calles se tapan de hojas muertas. La gente gris se defiende con paraguas viejos, el viento aviva las cenizas de los amores lascivos, las vírgenes se resquebrajan en los altares del tiempo, y los sueños se suceden infinitos. Es otoño. Triste y hermoso.

miércoles, 11 de junio de 2008

El arte-reflejo

Todo parte del sueño. La ventana onírica se transforma en un juego de espejos que esperan empañados el regreso intermitente de los años-silencios. Hay un hombre (sólo uno) que por no estar atado, necesita aferrarse al mundo. Se abraza con el cuerpo sin sombra para no caer en el lago del tiempo. Y como el agua es difusa y se borronea el contorno, sabe que su seguridad es arbórea.Por eso los árboles pueden ser violáceos nacarados o persianas en el día. Son (somos) islas.
Pero lo imponente es el espejo. Porque aunque estemos enfrentados, nos muestra el pasado. Y en el medio un bosque perfecto.
Pero no nos vemos. El ojo marmolado hasta las fugas más intensas no nos capta. Y es que nos perdimos en el todo. O nos perdieron. Y aunque persista el reflejo transgresor, hace tiempo que dejaron de buscarnos. Y no había nada más hermoso que amanecer sobre tu nombre. Y no importaba si el paisaje era o no era de mentira, porque era nuestro y lo soñamos.
Por eso no hay cielo. Porque el cielo es para los que vivien en la superficie del color, y no ven las historias de las almas escondidas.

jueves, 5 de junio de 2008

Encontrarte

Muchas mujeres durmieron en mi cama. Algunas solamente me conocieron a oscuras. Otras no pararon de compartir mañanas enteras.
En una época, ella lavaba los platos de la cena anterior, mientras yo acomodaba el desastre cotidiano. Apilaba apuntes, montañas de fotocopias, discos varios, y escondía algunos recuerdos insistentes debajo de la cama. Ella juntaba los puchos y abría la ventana para que se vaya el humo, o preparaba café para obligarme a estudiar. Y yo la dejaba y hacía que leía, mientras la miraba de arriba a abajo saboreándole las piernas, acompañado por su perfume tibio impregnando la almohada.
A veces desayunábamos antes de vestirnos. Desnudos con café con leche, o con mate y bizcochos. Y no nos teníamos que decir nada. Era mirarse y sonreir, mirarla y que se sonroje e intente meter toda su vida en una taza caliente.
Mucho antes dormíamos en un colchón sobre la alfombra llena de polvo. No teníamos nada, y no necesitábamos nada más. Pero ella tenía alergia, así que un día tuve que tirar la alfombra por la ventana, para que no se le irriten los ojos, porque parecía que lloraba y nunca nada me hizo tan mal como verla triste.
Un día se levantó llorando y se fue para siempre. La culpa siempre la tuve yo.
Después las polleras morochas desfilaban por el cuarto. Se hacían arte entre los repiques de las gotas que pegaban en el vidrio. El arte hacía historia, y ella hacía historia del arte. Soñábamos juntos entre Rembrandt y Dalí (siempre con las luces apagadas), hacíamos el amor para ganarle al invierno, inventábamos excusas y mentiras por teléfono, y nos mirábamos hasta quedarnos dormidos. Siempre teníamos hambre y pocas ganas de hacer nada, y supo conocerme tanto, que me asusté y la perdí.
Hoy nadie lava los platos, ni junta las colillas. La cama está deshecha y el piso sucio, el aire está viciado y no encuentro sus botas. La música se hizo parte del silencio habitual. Los colores se fueron.
Me conformaría con la vuelta del marrón y el verde, los necesito bastante. Mucho más de lo que querría.
(Me pregunto si ella vendrá a invadirme la vida con la misma fuerza irresponsable con la que golpeo sus dudas intentando arrancar respuestas. Me asusta mucho hablarte tanto, sin llegar a decir nada.)