miércoles, 13 de agosto de 2008

Poligamia de Almohadas II

Hay una luz amarilla, tenue, cansada, que explora los límites corrosivos de los cuerpos en calma. La cama está deshecha como siempre. El humo es añejo y oblicuo, insiste hasta pegarse en la piel, inundando por completo los poros, invadiendo la intimidad agotada con las caricias del insomnio.

- Apenas soporto su presencia.
- Sin embargo la invocás todo el tiempo...
- Ella viene sola. Siempre viene sola. Y cuando empiezo a resignarme y a disfrutar el dolor de su imagen trepándose por mis hombros, desaparece.
- Quizá no quiere que la alcances.
- Nunca lo quizo.
- Me intriga saber si a ella le pasa lo mismo cada vez que se acuesta con otro. Si no puede dormir, si fuma hasta llenar la pieza con vestigios de su vida, si empapela las sábanas con melancolía mientras espera en silencio por horas que la puerta se abra y entres vos.
- Me encanta que me conozcas tanto sin saber nada de mi.

Los ruidos intermitentes de los colectivos y un tren lejano, componen las única serenata romántica que justifica el telón a tanto teatro. Teatro de lo patético, y por ello, simplemente hermoso.

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