martes, 6 de marzo de 2012

Carnaval es un crimen perfecto

Carnaval es un crimen perfecto

-Vos no lo pensaste nunca, no lo sentiste nunca.

La tarde de vientos cambiantes hace que las ondulaciones en la arena dejen marcas breves, mínimos instantes como testimonio de todos los presentes. Es cierto que las letras son imposibles de descifrar, pero los trazos y las ondulaciones no intentan comunicar nada: se funden prolijamente acentuando sensaciones impenetrables. De la misma manera el “todos” es pura cortesía, sólo dos (y una ausencia) se alzan como protagonistas.

Tu vida, tus quilombos, las tristezas que te habitan: palpitaciones tenues a miles de kilómetros de distancia.

-Acá el mundo es nuestro.

-(silencio)

Los recuerdos son ráfagas. Toda una historia que en pocos pasos se vuelve tan intermitente y frágil como la esporádica muerte de una pequeña llama a sólo suspiros de la ventana próxima. El pasado no es un rompecabezas sino un collage, con bordes irregulares que carecen de sentido. El presente es tan húmedo que el mínimo empuje convoca a precipitarse. Convoca pero no conmueve.

-Mirá, esto es para vos. -Entre seductora e inocente, volviéndose en ese instante (y sólo en ese instante) enteramente niña, se saca la remera quedando semidesnuda (tan lejos del erotismo). Hundida sin retorno en el más burdo de los cuentos infantiles-. Es para que no te olvides nunca: la tela empapada de mi perfume, si la guardás debajo de la almohada va a hacer que cada uno de tus sueños se sostenga en mí.

En dos actos queda sellado un pacto.

-Tu forma va a ser siempre independiente.

Más allá de cómo pase el tiempo, la brisa empuja a que el mirar se convierta en mantra (antes mar). Los mapas en remojo hacen de las fronteras límites inconclusos (muerte del atardecer- muerte al atardecer). Del otro lado del mundo el sol arrincona un despertar pleno de sales y movimiento; de lado y velando, un paisaje compartido que vuelve amena la distancia.

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