Grisel
Fuiste el molde perfecto, punto y amalgama de todas las historias de vida. Tu nombre es la repetición de todos los nombres, la serie vacía de detalles más perfumes, de libros viejos, de alcohólicos graduados, del recuerdo de Grisel.
Escena última:
Dos personas son las siluetas recortadas del movimiento flúor. Todo está en penumbras y repleto de más personas y más movimientos flúor, pero vos sos la única que deja al pasar un camino de migas de pan, y yo el único que no se anima a comer. Todos se despiden de todos. Es, si se quiere, el fin.
La novela que escribimos es un éxito en ventas, críticas y comentarios. Nosotros nos despedimos, además, de la novela. Pero también nos conocemos y nos vemos inmediatamente sobreactuando despedidas. Vos no te despedís de nada. Yo no quiero otra despedida.
Vos y tu camino de migas de pan arrastran millones de cuervos. Los cuervos no quieren las migas, te quieren a vos. A vos. A tu cuerpo y a la sombra que no podés proyectar, a los hilos de baba que se pegan a las migas, al desfile de hielos coloreados que caen como piedras.
Vos no podés despedirte. Únicamente de la novela. Pero no te podés despedir de mí. Por eso es que nunca viniste y todos me/nos/se preguntan por vos. Yo digo que te veo, que cómo no vas a venir si nos despedimos todos, que esa era la idea que hasta vos propusiste. Yo digo que te veo y es mentira y es verdad. Yo sé que te veo tanto como a tu camino de migas de pan, como que no voy a comer nunca nada. Y que nunca, pero nunca, llegaste.
Cuando nadie pregunta nada me despido de vos frente a alguien que sé que no es vos pero que necesariamente, en ese momento, no podía ser otra persona. Doy un abrazo largo. Dejo la sombra que yo sí proyecto anclada en ese abrazo. Tan rígida y tan perfecta que de lejos todos juran que yo nunca me fuí.
Ni siquiera se tiene que abrir la puerta. Salgo y afuera está el mundo, ese que nunca pude y no voy a poder ganar para nadie. Las calles me confunden. La noche por primera vez me da un empujón y acomoda la marcha hasta ese otro lugar, del que nunca me había ido. Todo está perfectamente situado y sólo mi lugar espera.
Pido el whisky y cierro los ojos: todas las veces que los abra van a estar mirando la escena, de la escena, de la escena, de la escena, de la escena, de la escena, de la.
En ese mismo instante en el que ni siquiera se necesitan puertas, escuchás lo que siempre te había dicho y me buscás sin caminos de miga. Vos y la sombra perfecta son un abrazo y yo me entero recién diez años después.
miércoles, 7 de marzo de 2012
martes, 6 de marzo de 2012
Carnaval es un crimen perfecto
Carnaval es un crimen perfecto
-Vos no lo pensaste nunca, no lo sentiste nunca.
La tarde de vientos cambiantes hace que las ondulaciones en la arena dejen marcas breves, mínimos instantes como testimonio de todos los presentes. Es cierto que las letras son imposibles de descifrar, pero los trazos y las ondulaciones no intentan comunicar nada: se funden prolijamente acentuando sensaciones impenetrables. De la misma manera el “todos” es pura cortesía, sólo dos (y una ausencia) se alzan como protagonistas.
Tu vida, tus quilombos, las tristezas que te habitan: palpitaciones tenues a miles de kilómetros de distancia.
-Acá el mundo es nuestro.
-(silencio)
Los recuerdos son ráfagas. Toda una historia que en pocos pasos se vuelve tan intermitente y frágil como la esporádica muerte de una pequeña llama a sólo suspiros de la ventana próxima. El pasado no es un rompecabezas sino un collage, con bordes irregulares que carecen de sentido. El presente es tan húmedo que el mínimo empuje convoca a precipitarse. Convoca pero no conmueve.
-Mirá, esto es para vos. -Entre seductora e inocente, volviéndose en ese instante (y sólo en ese instante) enteramente niña, se saca la remera quedando semidesnuda (tan lejos del erotismo). Hundida sin retorno en el más burdo de los cuentos infantiles-. Es para que no te olvides nunca: la tela empapada de mi perfume, si la guardás debajo de la almohada va a hacer que cada uno de tus sueños se sostenga en mí.
En dos actos queda sellado un pacto.
-Tu forma va a ser siempre independiente.
Más allá de cómo pase el tiempo, la brisa empuja a que el mirar se convierta en mantra (antes mar). Los mapas en remojo hacen de las fronteras límites inconclusos (muerte del atardecer- muerte al atardecer). Del otro lado del mundo el sol arrincona un despertar pleno de sales y movimiento; de lado y velando, un paisaje compartido que vuelve amena la distancia.
-Vos no lo pensaste nunca, no lo sentiste nunca.
La tarde de vientos cambiantes hace que las ondulaciones en la arena dejen marcas breves, mínimos instantes como testimonio de todos los presentes. Es cierto que las letras son imposibles de descifrar, pero los trazos y las ondulaciones no intentan comunicar nada: se funden prolijamente acentuando sensaciones impenetrables. De la misma manera el “todos” es pura cortesía, sólo dos (y una ausencia) se alzan como protagonistas.
Tu vida, tus quilombos, las tristezas que te habitan: palpitaciones tenues a miles de kilómetros de distancia.
-Acá el mundo es nuestro.
-(silencio)
Los recuerdos son ráfagas. Toda una historia que en pocos pasos se vuelve tan intermitente y frágil como la esporádica muerte de una pequeña llama a sólo suspiros de la ventana próxima. El pasado no es un rompecabezas sino un collage, con bordes irregulares que carecen de sentido. El presente es tan húmedo que el mínimo empuje convoca a precipitarse. Convoca pero no conmueve.
-Mirá, esto es para vos. -Entre seductora e inocente, volviéndose en ese instante (y sólo en ese instante) enteramente niña, se saca la remera quedando semidesnuda (tan lejos del erotismo). Hundida sin retorno en el más burdo de los cuentos infantiles-. Es para que no te olvides nunca: la tela empapada de mi perfume, si la guardás debajo de la almohada va a hacer que cada uno de tus sueños se sostenga en mí.
En dos actos queda sellado un pacto.
-Tu forma va a ser siempre independiente.
Más allá de cómo pase el tiempo, la brisa empuja a que el mirar se convierta en mantra (antes mar). Los mapas en remojo hacen de las fronteras límites inconclusos (muerte del atardecer- muerte al atardecer). Del otro lado del mundo el sol arrincona un despertar pleno de sales y movimiento; de lado y velando, un paisaje compartido que vuelve amena la distancia.
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