sábado, 17 de septiembre de 2011

Cuentas

A mi queridísima y hermosa J.C., con todos los días de tormenta que haga falta cruzar.

Cuentas


La quema de libros como mímesis del fuego y el paso del tiempo a través de las vidas. Un no renacer poético o la transfiguración y el polimorfismo de un estado (o de todos los momentos) hacia el brillo suspendido de las palabras que susurramos ígneas. De allí que el pasaje a la virtualidad conlleve la negación del devenir del cuerpo, sin importar el cómo y menos que menos el "¿a qué?". Crisis de la finalidad en los pasos menos finitos de todos. O pequeños saltos, o zig-zags impercetibles como retornos del vacío.
La sensación térmica es "frío" con una pronunciada invisibilidad del color. (Tantas, pero tantas veces quise dibujarte con marcador el cuerpo entero y nunca tuve permiso, quizá por esa estúpida costumbre de pedirlo siempre cuando menos hace falta).
Hace poco más de un año (apenísimas unos días) me regalabas abecedarios varios con sinceridad tallada y cromatismos ajenos a la sequedad grísea del invierno.
Te conocí en el ejemplo (frase robada).
Continuidades hermosas a velocidades y distancias que nada tienen que ver con el sincericidio, y distan demasiado de un pasado arcano entre princesas rusas y binarismos salvajes.
Pero la lógica circular se esconde entre las sábanas, y entra por las rendijas antes que la luz de la mañana se desnude en los fondos borrosos del café del insomnio. Ausencia de comas y puerta abierta al país de Alicia, entre conejos caníbales y la suavidad del sueño. O a los mares plásticos que cubren las flores en los jardines reales.

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