Florecen de tus dedos
las manos,
el increíble canto
a la piel,
y más de una mentira
disimulada.
Hay un encuentro
que de prohibido
se posterga,
y dos amantes
que no saben cómo
hacer para apagar
el deseo.
Se lloran en secreto,
se unen y se desarman,
se miman con palabras.
Se creen poesía aunque
no lleguen al tercer verso
sin sacarse la ropa,
y menos a escuchar
el grito sin sentido
de la conciencia moral.
Atacan desde la pluralidad
de la noche
a todo dique del orden
de la conciencia,
Se regalan un instante
de energía liberada
lejos de las formalidades
de la vida.
Y llegan más lejos
que cualquiera de nosotros,
que somos el público tímido
de una celebración,
en el encuentro lascivo
de dos almas perdidas.
viernes, 5 de septiembre de 2008
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