Niño: las baladas son de los tenores
Las tormentas pasan lejos desfigurando la cantidad de horas de vida – horas de vuelo. Se hacen pintadas en anacrusa sobre el mármol tibio: son manos que escribien silencios precisos, bajo la manta suave que ilumina o decora. Esa puta red insistente que por ser permeable perdió toda capacidad de cielo; esa finura extrema que sin saber de cielos perdió toda capacidad de olvido. Las huellas (como la ausencia) no saben de planes ni rumbos, quizá acaso de-siertos destinos, a lo sumo de giros y sentencias (de esos giros y de esas sentencias). Devienen prisma y creación refractaria, selectiva y desbordante. Niño, las veces son menos que las vividas, y el andar estacionario no soporta el flujo de lo intenso. Dejar que el pasado se quiebre es ganarle a la historia, no dar lugar ni siquiera a las coordenadas pactadas, a los sueños de sangre o las palabras de gloria. Es ser corte de encuentro y explosión, en el detrimento con justa causa del haberlo habitado. Niño, levántate y habla: sólo las baladas son de los tenores.
sábado, 21 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)